GUERRA DEL OPIO
Los europeos buscaron otras formas de comerciar. El opio era
una droga que tradicionalmente se usaba masivamente (mezclado con tabaco) en China
desde el siglo XV con fines medicinales; los europeos entablaron relaciones con
los traficantes de droga chinos, a quienes vendían grandes cantidades de opio
(5.000 barriles por año en la década de 1820) desde países como Birmania.
A cambio recibían lujosos artículos chinos. El comercio
creció a finales del siglo XVIII y, aunque el Gobierno Qing intentó detenerlo,
en la década de 1830 el opio se consumía ampliamente en China: hacía perezosas
a las personas, dañaba la sociedad y la economía, y causaba ingentes gastos al
país.
China alcanzó su mayor extensión durante el reinado de
Qianlong, extendiendo su poder a Asia Central y el Tibet. Esta expansión fue
muy costosa y aportó muy pocos beneficios, salvo mantener alejados a los
británicos y los rusos.
La guerra era desigual porque las fuerzas británicas eran
muy superiores; bombardearon Cantón y arrebataron Hong Kong a los chinos. Al
acabar la guerra, los británicos obligaron a los chinos a firmar el Tratado de
Nanking (Nanjing), que abría los puertos de China a Gran Bretaña. China también
tuvo que pagar una compensación y entregó la isla de Hong Kong a los
británicos.
El mayor responsable del agresivo método que los británicos
emplearon con los chinos fue el ministro de Asuntos Exteriores de la época, Henry
Temple, tercer vizconde de Palmerston. Siempre estaba dispuesto a usar la
fuerza en lo que consideraba la defensa de los intereses británicos en
ultramar. En este y en los posteriores «tratados desiguales», los chinos se
vieron obligados a ceder a las demandas europeas. Lo que realmente temían los
chinos era que el comercio exterior acabara sometiendo a su país a la
influencia extranjera.
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